Bailar a la luz del mar. No hay nada más poderoso que bailar sola bañada por las olas, ficticias o reales. Chiara habla en «Luz del Mar» del descubrimiento de un lugar donde las estrellas brillan más, y ese sitio habita dentro de cada uno. La melodía es el vaivén de una ola que es la autoconfianza, esa sabiduría íntima que te permite detectar qué recuerdos conservar y de qué cargamentos emocionales hay que despojarse para conseguir un alma ligera y grácil, que precisamente es el centro de esta canción: la liviandad con que se levanta, entre coros y una dulzura personalísima, para presentarse de forma transparente. Las formas de amar modernas, que hoy más que nunca incitan a la cautela y a la restricción sentimental como forma de protección, aquí no tienen lugar.

En «Luz del Mar» el amor es tan poderoso que te convence de que está en ti la posibilidad de cambiar todo aquello que te daña o que no sirve más. Una pieza soleada que incita a arriesgarse al deslumbramiento de aceptar una íntima verdad, en el único lugar posible donde se puede permanecer con vida plena, desde la intuición. Todos los hundimientos súbitos en la oscuridad llevan hasta aquí, a un lugar de aceptación desde el amor y la creación, que son de la misma esencia. Chiara escribe sobre el camino para conseguir la paz desde un espacio poblado de sueños que evoca anhelos, ilusiones, que resulta en una germinación sutil de la confianza que nace desde el interior. Una imagen cautivadora que se sostiene de una melodía sutil donde la voz de Chiara funciona como materia ígnea que desciende por un territorio sin más cartografía que su instinto afilado y atravesado por el corazón para dar lugar a un nuevo impulso vital más apasionado, sereno y libre.